Virus y bacterias: el nuevo ataque

Aunque el ser humano ha dado pasos gigantescos en el cuidado de la salud y en el control de las enfermedades, los microorganismos no dan tregua: mutaciones de virus y bacterias que se han vuelto resistentes a los antibióticos son parte de una amenaza declarada por la OMS y que tiene a la industria investigando el desarrollo de nuevos antimicrobianos.

En mayo del año pasado, Brasil notificó su primer caso de infección por Zika y desde esa fecha hasta enero de este ejercicio, la enfermedad se propagó no sólo dentro del país sino también a otras 22 naciones de la región. Y aunque generalmente el contagio con este virus provoca una infección leve –fiebre baja y erupción cutánea, con dolores musculares y articulares, conjuntivitis y cansancio en algunos casos–, el brote activó las alarmas de los sistemas sanitarios mundiales ya que el Zika se ha asociado a un gran aumento en el número de recién nacidos con microcefalia y de casos de síndrome de Guillain-Barré.

Todavía no se ha establecido científicamente una relación causal, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dicho que existen «fuertes motivos» para sospechar una correlación, añadiendo que priorizará el desarrollo de vacunas y nuevos instrumentos para controlar la población de mosquitos. En la misma línea, a fines de enero el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pedía directamente a las farmacéuticas acelerar la investigación en el arsenal contra el virus (vacunas, tratamientos, instrumentos de diagnóstico) y un par de días después, la OMS declaraba al Zika como una emergencia sanitaria global ante la sospecha de su impacto en malformaciones congénitas y síndromes neurológicos.

En una época en donde somos beneficiarios de los grandes avances que se han producido en la medicina y que durante el siglo pasado bajaron drásticamente la mortalidad por enfermedades infecciosas, en un tiempo marcado por los grandes pasos científicos y tecnológicos que han permitido descubrir los misterios de nuestro ADN, con una ciencia que indaga en nuestros genes las respuestas a las enfermedades, todavía somos indefensos ante el ataque de virus indomables, parásitos o bacterias que se han vuelto resistentes a los fármacos disponibles.

Así, la preocupación que ha generado el Zika no vino sino a recordarnos la fragilidad que aún tiene el ser humano frente a la arremetida de microorganismos para los cuales no existen vacunas ni tratamientos 100% efectivos, como el virus del Ébola hace un par de años, el dengue y los virus que, sin ir más lejos, nos afectan cada invierno (como el sincicial, el adenovirus o el de la influenza, por mencionar algunos), o asimismo el alza que han tenido enfermedades como la tuberculosis y la malaria.

Una amenaza que ya llegó

La educación y la implementación de medidas de higiene, sanitización de aguas para consumo, control de preparación de alimentos y la eliminación apropiada de desechos, han logrado reducir significativamente algunas enfermedades transmisibles, sostiene el director del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia (IMII), Dr. Alexis Kalergis, quien añade que la vacunación también ha sido clave en reducir la incidencia de algunas enfermedades infecciosas, logrando erradicar incluso algunas de ellas, como la viruela.

Sin embargo, sostiene que la propia naturaleza de los microorganismos es una de las razones por las que las enfermedades infecciosas siguen siendo un problema de salud mundial, ya que éstos evolucionan y se adaptan a sus hospederos: «Frente a medidas de control como antibióticos, antivirales y vacunas, naturalmente se seleccionan cepas resistentes y cepas que pueden evadir la respuesta inmune natural de sus hospederos (en quienes causan la enfermedad)», explica el Dr. Kalergis.

De hecho, la OMS ya lo advertía a principios de este milenio cuando en 2000 calificó al aumento de la resistencia a los antimicrobianos como una «crisis mundial», en su informe sobre las enfermedades infecciosas. Advertencia que, sin embargo, pasó «desapercibida» tras la publicación en 2001 de la estrategia para abordar la situación, por la gran atención mundial que captaron los ataques a las Torres Gemelas en EE.UU. ese año.

El tema se retomó con fuerza para el Día Mundial de la Salud de 2011 y tres años después, se redoblaron los esfuerzos con la publicación del primer informe mundial de la OMS sobre la resistencia a los antimicrobianos (particularmente a los antibióticos). Sobre la base de datos de 114 países, el informe describió la gran amenaza que esto significa para la salud mundial: «En ausencia de medidas urgentes y coordinadas por parte de muchos interesados directos, el mundo está abocado a una era postantibióticos en la que infecciones comunes y lesiones menores que han sido tratables durante decenios, volverán a ser potencialmente mortales», fue el duro diagnóstico del subdirector general de la OMS para Seguridad Sanitaria, Dr. Keiji Fukuda.

Un diagnóstico acompañado de algunas cifras preocupantes. La «Estrategia mundial de la OMS para contener la resistencia a los antimicrobianos» consigna que las infecciones respiratorias agudas, las enfermedades diarreicas, el sarampión, el Sida, la malaria y la tuberculosis causan más del 85% de la mortalidad por infecciones en el mundo, y que la resistencia de los agentes infecciosos a los medicamentos de primera línea va desde cero hasta casi 100% (en algunos casos, la resistencia a los fármacos de segunda y tercera línea afecta significativamente el resultado del tratamiento). A ello se agregan las infecciones nosocomiales resistentes, la resistencia a los antivirales y a los medicamentos para enfermedades parasitarias olvidadas.

El organismo internacional explica que el fenómeno de la resistencia no es nuevo para la ciencia, pero que el desarrollo de nuevas familias de antimicrobianos en las décadas del 50 y 60, junto con la modificación de esas moléculas en los 70 y 80, crearon «una falsa sensación de seguridad». Así, la causa principal de la resistencia es, paradójicamente, su uso: excesivo en muchas partes del mundo, especialmente en casos sin importancia; incorrecto, por falta de acceso a tratamiento apropiado, y subutilización, debido a la falta de recursos financieros para completar los tratamientos. Junto con ello, agentes patógenos resistentes, que se encuentran en algunos productos alimenticios –especialmente en la carne–, pueden causar infecciones humanas cuyo tratamiento es difícil, explica la entidad.

Asimismo, aunque se ha publicado poco sobre los costos reales de la resistencia y la eficacia de las intervenciones, «cuando el tratamiento no es eficaz, suben los costos debido a que se prolonga la enfermedad y aumenta la frecuencia y el período de las hospitalizaciones. Además, los agentes patógenos resistentes del ámbito hospitalario generan infecciones nosocomiales, el control de las cuales es caro y su erradicación, extremadamente difícil», sostiene.

La respuesta del sector farmacéutico

La «Estrategia mundial de la OMS para contener la resistencia a los antimicrobianos» dice que la elaboración de nuevos antimicrobianos y de vacunas, es «vital». Pero advierte que, «a no ser que se logre controlar la aparición de la resistencia y desacelerarla para prolongar la vida de los medicamentos actuales, podría llegarse a una falta total de tratamientos eficaces contra algunos agentes patógenos en los próximos 10 años, a raíz de la disminución de la elaboración de nuevos antimicrobianos». De ahí que una de las medidas que considera la estrategia sea el fomento al desarrollo de nuevos medicamentos y vacunas.

Un «guante» que ha recogido gran parte de la industria hace ya algunos años y que tuvo su última manifestación en enero pasado, durante el encuentro del Foro Económico Mundial que se realizó en Davos (Suiza). En esa oportunidad, más de 80 farmacéuticas –Sanofi, Novartis, Roche, Pfizer y Merck, entre ellas– y ocho asociaciones del sector firmaron una «Declaración para combatir la resistencia antimicrobiana», en la que resaltan la necesidad de que exista una mayor coordinación entre ellas y los países para alcanzar el objetivo compartido de reducir el uso «innecesario» de antibióticos.

La meta es desafiante, pero gran parte del sector está abocado a ello. Hace dos años, por ejemplo, en el marco del Oncology Day que Bayer HealthCare realizó en Ciudad de México, el director médico de Bayer de México, Latinoamérica y El Caribe, Dr. Gerhard Albrecht, comentaba a Portafolio Salud que, a esa fecha, estaban desarrollando 14 proyectos Fase I, 14 ensayos Fase II y seis de Fase III, de los cuales entre el 40% y 50% correspondía a oncología «y el resto a cardiovascular, salud femenina e infectología, siguiendo lo dicho la OMS y su plan en este último campo: la necesidad de desarrollar un mínimo de 10 nuevos antibióticos al año 2020».

La farmacéutica alemana no es la única que está trabajando en la búsqueda de soluciones a estos problemas:

–ROCHE: en la división Diagnóstica de Roche Chile remarcan que su esfuerzo está en enfrentar los nuevos desafíos tanto en enfermedades crónicas no transmisibles, como Alzheimer, insuficiencia cardíaca, cáncer y patologías autoinmunes, entre otras, como en enfermedades agudas infecciosas. En ese sentido, comentan que cuentan con kits diagnósticos que identifican el perfil genético de los virus por técnicas de biología molecular, y pruebas serológicas que miden, en plasma u otros medios, si el sistema inmune del enfermo ha debido reaccionar frente a algún patógeno específico.

«Un ejemplo claro y de especial interés actualmente, es el desarrollo de pruebas que permiten, a través de métodos moleculares, la detección de enfermedades infecciosas tropicales como dengue, chikungunya y Zika», sostienen.

–SANOFI: el director médico de Sanofi, Gerber Gómez, plantea que en parte por el uso irracional e indiscriminado de los antibióticos, las bacterias se han vuelto resistentes a los tratamientos y que «lo cierto es que la ciencia médica ha encontrado dificultades, y no ha ido tan a la par de contrarrestar las mutaciones que puedan tener las bacterias en un momento determinado». Con los virus, añade, es más complicado porque pueden mutar con más facilidad y algunas mutaciones, impredecibles, pueden traer como resultado virus patógenos letales que afectan a una proporción importante de la población.

«Lo mejor que se puede hacer es seguir desarrollando herramientas terapéuticas, pero entendiendo que es imposible predecir estas mutaciones. Parece justo afirmar que se hace necesario el concurso de distintos actores, sistemas de salud/gobiernos, academia, industria farmacéutica, asociaciones de profesionales de la salud, entre otros, a fin de aunar esfuerzos en el desarrollo de nuevas herramientas», aclara.

–MSD: la directora área Médica para MSD-Hospitalaria en Latinoamérica, Griselda Hernández, subraya que en la industria en general existe una «gran inversión» en el desarrollo de nuevos antibióticos y antivirales para combatir infecciones por bacterias multirresistentes y para enfermedades ocasionadas por algunas virus (VIH/SIDA, hepatitis B y C, influenza y herpes, entre otras), junto con investigación de nuevas vacunas.

«A fin de ampliar el portafolio de medicamentos antiinfecciosos, MSD adquirió recientemente Cubist, una compañía enfocada en la investigación de estos productos, entre ellos Dificid (fidaxomicina), Cubicin (daptomicina) y Zerbaxa (ceftolozane/tazobacatm). Este último, que pronto estará disponible, es una cefalosporina con un nuevo mecanismo de acción, útil para las infecciones graves por enterobacterias resistentes que actualmente son difíciles de tratar y tienen alta mortalidad en hospitales», detalla.

Principales hallazgos mundiales

En 2014 la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentó los hallazgos del informe «Resistencia a los antimicrobianos: informe mundial sobre la vigilancia», el primero de carácter global basado en datos de 114 países, revelando que la resistencia a los antimicrobianos, y en particular a los antibióticos, ha dejado de ser una previsión para el futuro y es ya en todas las regiones del mundo una realidad que constituye una gran amenaza para la salud pública.

El informe se centra en la resistencia a los antibióticos en siete bacterias responsables de infecciones comunes graves, como la septicemia, diarrea, neumonía, infecciones urinarias o gonorrea. Entre los principales hallazgos, destacan:

– La resistencia a los antibióticos carbapenémicos, se ha extendido a todo el mundo. Es el último recurso terapéutico para las infecciones potencialmente mortales por Klebsiella pneumoniae (una bacteria intestinal común), que provoca infecciones nosocomiales como las neumonías, las septicemias o las infecciones de los recién nacidos y los pacientes ingresados en unidades de cuidados intensivos.

– La resistencia a las fluoroquinolonas, uno de los antibacterianos más utilizados contra las infecciones urinarias por E. coli, en los años 80 era prácticamente inexistente. Hoy, en algunos países este tratamiento es ineficaz en más de la mitad de los pacientes.

– Las cefalosporinas de tercera generación, el último recurso terapéutico para la gonorrea, han fracasado en Austria, Australia, Canadá, Eslovenia, Francia, Japón, Noruega, Reino Unido, Sudáfrica y Suecia. Cada año contraen esta enfermedad unos 106 millones de personas.

– La resistencia a los antibióticos prolonga la duración de las enfermedades y aumenta el riesgo de muerte. Se calcula que las personas infectadas por Staphylococcus aureus resistentes a la meticilina, tienen una probabilidad de morir un 64% mayor que las infectadas por cepas no resistentes.

Las claves del combate

La estrategia de la OMS para contener la resistencia a los antimicrobianos se orienta a los trabajadores de la salud que recetan antimicrobianos y quienes los dispensan, veterinarios, consumidores, instancias normativas de hospitales y de los sectores de salud pública y agricultura, asociaciones profesionales e industria farmacéutica, incluyendo las siguientes medidas:

– Reducción de la carga de morbilidad y propagación de las infecciones
– Mejora del acceso a los antimicrobianos
– Mejora del uso de los antimicrobianos
– Fortalecimiento de los sistemas de salud y de su capacidad de vigilancia
– Cumplimiento de los reglamentos y de la legislación
– Fomento del desarrollo de nuevos medicamentos

Esta nota fue publicada en el Diario Financiero